Si siempre has querido saber algo sobre la historia de las vajillas sigue leyendo.

Hay que tener en cuenta que nos tenemos que remontar a muy antiguo para saber el origen y empezar con la historia de las vajillas.

En la Edad del Bronce, que se ubica entre los años 2200 y 1900 a. C., existió una civilización que fabricaba vasijas de cerámica. Las mismas tenían forma de campana (eran campaniformes) y presentaban muchas decoraciones en su exterior. Se desarrolló unas vasijas o vasos de cerámica con forma acampanada y profusamente decorada que se ha encontrado, generalmente en contextos funerarios, en buena parte de Europa, ya que se extendió por Gran Bretaña, Irlanda, Países Bajos, centro de Europa y del oeste del mar Mediterráneo.

Historia de la vajilla

El vaso campaniforme es uno de los elementos más importantes del comercio entre el tercero y el segundo milenio antes de Cristo, y sus consumidores eran las personas más poderosas de Europa, se usaban en ceremonias sociales, reuniones de carácter político y matrimonios, entre otros eventos. Puede decirse que este remoto antecesor de la vajilla estuvo al frente de una moda.

Historia de la vajilla

En la Antigüedad, fueron los babilonios los primeros en fabricar loza, tres mil años antes de nuestra Era; la cerámica en general, y los alfares en particular, son todavía más antiguos. Pero el concepto de vajilla, como colección de las diversas piezas que forman parte de un servicio de mesa preconcebido, aún no había nacido.

De la antigua Grecia nos han llegado diversos conjuntos de vajillas de la época micénica, comprendida entre los años 1600 y 1200 a. C., con diferentes estilos y tamaños. Entre todos los hallazgos se encuentran cántaros, cráteras (grandes vasijas para mezclar vino y agua, ya que los antiguos griegos no solían beber el vino puro), jarras y jarrones.

Historia de la vajilla

En Persia y Asiria se sabe que la realeza y la clase alta usaban vajillas de oro y plata. Son numerosas las colecciones elaboradas con estos y otros materiales, como el bronce, que han sido hallados en las últimas décadas y que hoy en día pueden apreciarse en los museos más importantes del mundo.

En Roma, un senador fue desposeido de su rango por haber osado desplegar, en un banquete, una vajilla tan lujosa que superaba, el peso de sus piezas, los kilos de plata asignados a los de su clase. La vajilla era, de hecho, signo externo de preeminencia social.

Se dice, aunque no se sabe si es cierto que Cleopatra, reina de Egipto, que tras ofrecer a Marco Antonio un fabuloso banquete de despedida, le regaló la vajilla de oro y los vasos de plata utilizados. Al parecer, de aquella cortesía procede la costumbre posterior de no comer dos veces en la misma vajilla en la que se había tratado a un personaje principal.

De la época cristiana inicial nos quedan los vasos de vidrio dorado que debieron servir para el altar y para la celebración de los banquetes. Estos vasos y otros vidrios semejantes en forma de disco se componen de dos láminas entre las cuales se extiende otra delgadísima de oro que lleva pintadas o grabadas figuras cristianas e inscripciones y de aquí les viene el nombre de aureográficos.

Formando parte de la artesanía española del vidrio, se conocen varias copas y jarritas esmaltadas y doradas que imitan a las de Venecia y del siglo XVI y del siglo XVII hay en las colecciones de los museos algunas botellitas o jarritas de vidrio verde que llevan una multitud de asas alrededor del cuello y están adornadas con rizados y otros apéndices de la misma pasta o de distinto color a la veneciana y otros vasos o vajillas de mesa con menos adornos. Del siglo XVIII datan algunos platos con una especie de redecilla formada por filetes o cordoncillos blancos (los lacticinios) o rizos azules.

En la España medieval, en zona musulmana, se introdujo la técnica de la fabricación de loza, ya casi olvidada, difundiéndose por el resto de la Península. Sin embargo, hacia el año 1000, documentos de la época hablan de «vajillas de madera para la Casa del Señor de Aragón», a un precio que, a pesar de la pobreza del material empleado, resultaba casi prohibitivo. En la Edad Media, pues, poseer una buena vajilla resultaba excepcional. Tan caro era que a menudo el rey prescindía de ella, lo que le sucedió en alguna ocasión a Enrique IV, que tuvo que solicitar de las Cortes de Burgos un impuesto extraordinario que se llamó «para la compra de vajilla del Rey Nuestro Señor». Sin embargo, el rey de Nápoles, a finales del siglo XV, dio un banquete al de Aragón en el que la vajilla fue una de las protagonistas. Su despliegue ocupaba una pared lateral del amplísimo salón, donde se había situado un aparador con ochenta piezas de plata y otras tantas de oro: fuentes,jarras, platos y copas. Junto a aquella riqueza había trescientos platos de loza, toda vez que la porcelana no había llegado aún a Occidente. Escudillas, tazas y jarritas para el vino. Todo el servicio, o vajilla, estaba pintado con los colores de la Corona de Aragón, sus famosas barras amarillas y rojas, y los comensales se sentaban a la mesa al son de pífanos y redobles de tambor.

Historia de la vajilla

En la España del siglo XVI, la vajilla seguía siendo artículo de lujo. Se decía: «Más se envidia el vaso que el tasajo», refiriéndose a este hecho. Por lo general, el conjunto de platos y demás enseres relacionados con el servicio de mesa, recibía el nombre de «aparador». La palabra «vajilla», aunque se empleaba en Castilla a principios del siglo XVI, seguía teniendo cierto matiz culto. Era voz de origen valenciano, en cuya lengua vaixella, dió lugar al término.

La vajilla de porcelana no se introdujo en Europa hasta el siglo XVII, en que los ingleses tenían la exclusiva de su importación. La materia prima empleada en su elaboración sólo se encontraba entonces en China: el caolín. Esta substancia mineral, fundida con el feldespato a mil doscientos cincuenta grados daba la porcelana. Para referirse a una buena vajilla bastaba con decir que era china, y la misma palabra sirvió durante mucho tiempo como sinónimo de vajilla de calidad.

Historia de la vajilla

Con el posterior hallazgo, tanto de la materia prima como de la tecnología, por parte de los europeos, la vajilla se abarató, generalizándose el uso. En efecto. Fue el barón Schnorr quien en 1698 descubrió en Sajonia el primer yacimiento de caolín de Europa. Sus coetáneos, también alemanes, von Schirnahaus y Johann Friedrich Böttger, pusieron a punto el proceso de fabricación de porcelana.

A partir del siglo XIX, y sobre todo del XX, materiales diversos han sido utilizados para su elaboración, haciendo del antaño artículo de lujo a un artículo de consumo al alcance de todos

Vajillas de porcelana
Nada más elegante que una vajilla de porcelana